La mayoría de los recién casados escogen destinos únicos por luna de miel, normalmente motivados por el hecho de que son de esos lugares a los que probablemente no volverán, tal vez por estar muy lejos o por el gran desembolso económico que suponen las lunas de miel de ensueño con las que siempre habían fantaseado.
En esta búsqueda por los paraísos de los enamorados existen ciertos países que sorprenden, no solamente por el patrimonio cultural, histórico o natural del entorno en sí mismo, sino también por la calidez de sus gentes siempre dispuestas a compartir y ayudar. Perú es uno de esos países en que uno se siente como en casa, pero con la diferencia de poder desconectar de la rutina y el estrés diario al que la mayoría estamos sometidos.
¿Qué tiene de especial este país de América del Sur? Pues bien, Perú es un batiburrillo de cosas por hacer, de lugares que visitar, de rica gastronomía, en donde la amabilidad se respira a raudales.
Si hablamos de Perú lo hacemos del Machu Picchu, símbolo inequívoco de este bello país de contrastes. Dicen que uno no ha estado en ella si no ha hecho la larga caminata que le lleva hasta su ciudadela inca, una experiencia única sin duda.
No debe faltar una parada en el pueblo de Aguas Calientes, al que se puede acceder en tren y del que se pueden disfrutar su aguas termales a menos de un kilómetro. ¿Qué mejor manera de relajarse?.
Además de ser punto de partida y encuentro de los turistas hacia Machu Picchu, la ciudad de Cusco alberga historia a raudales. No deben faltar en ella una visita a la Plaza de Armas en donde se encuentra su Catedral o al templo inca del Coricancha.
Desde aquí parten también excursiones hacia el Valle Sagrado de los Incas, muy demandadas por los turistas. Sito a orillas del río Urubamba, este hermoso rincón de los Andes nos revela lugares entrañables como Chinchero con su Palacio de Tupac Yupanqui o tan intrigantes como Moray, un desierto en el que círculos concéntricos en la tierra nos develan lo que pudo haber sido un boceto de construcción inca. Para terminar en lo alto del Valle, en las Salinas de Maras, pues aunque hay mucho más donde perderse el tiempo apremia para poder hacer otras visitas también importantes.
Las ciudades de Arequipa y Nasca son otras de las posibilidades que nos brinda Perú. La primera de ellas es conocida también con el nombre de ciudad blanca, imperativo que se ha ganado por la piedra volcánica que utiliza para sus construcciones, tal que la Catedral de Arequipa. Aquí no podemos irnos sin ver su Plaza de Armas, el Barrio del Solar, el cañón del Colca, el Monasterio de Santa Catalina de Siena o los petroglifos de Toro Muerto entre otros muchos.
En Nasca son de visita obligatoria sus geoglifos declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Nada mejor para poder ver en toda su dimensión estos grabados en el suelo que subir hasta la conocida zona del Mirador. También podréis aprovechar para hacer una parada en la Necrópolis de Chauchilla a pocos kilómetros o los conocidos Acueductos de Cantalloc.
Uno no puede dejar Perú sin perderse por Lima, su capital, en la que le esperan su Plaza Mayor, el Palacio de Gobierno de Perú, la Catedral de Lima, el Palacio Arzobispal, el precioso conjunto arquitectónico de su Centro Histórico, el Museo de la Nación o el Parque del Amor, algunas de los grandes atractivos de la capital.
El país inca es siempre una buena opción, tanto si eres recién casado como si viajas en familia o en solitario.